Lo mismo sucede con el sistema de evaluación que afecta a todos los niveles formativos.
Entonces, los docentes abiertos a los cambios y a la inclusión de toda práctica que se adapte a estos tiempos y que favorezca el proceso de enseñanza – aprendizaje de manera dinámica como la incorporación del uso de tic, nos preguntamos a menudo:
¿Qué es la evaluación? ¿Cómo se evalúa? Para qué? ¿Existe una única posible forma de evaluar? Y otras tantas que nos vienen a la mente…
En tiempos pasados sólo se consideraba evaluar al alumno de dos posibles maneras: lección oral o escrita cómo única herramienta de medición del conocimiento logrado por el alumno. Desde hace un tiempo a la fecha los docentes nos planteamos la posibilidad de contar con distintos procesos de evaluación, esta instancia fue dando un giro de manera lenta, la cual arrojó un resultado justo, el concepto de evaluación continua, donde el docente día a día evalúa el proceso de aprendizaje de cada alumno a nivel individual y/o grupal. El desempeño del alumno en clases, en sus actividades cotidianas, en su compromiso por el hacer está puesto el énfasis además de las instancias de evaluación que aún siguen, en muchos casos, siendo formal. Lo que aún cuesta en el nivel medio es incorporar las tic como una posible herramienta metodológica de evaluación.
En cuanto a la evaluación en el nivel universitario, ya se habla el uso de las nuevas tecnologías en el proceso de evaluación de los estudiantes como consecuencia del cambio metodológico que intenta promover el movimiento de convergencia europea en Educación Superior.
Un caso concreto es la formación superior a distancia online donde podemos mencionar que las evaluaciones están sostenidas por herramientas o aplicaciones tecnológicas donde las dimensiones a evaluar son la adquisición de contenidos conceptuales, “medidas” a través de producciones de trabajos, proyectos etc. online); adquisición de contenidos procedimentales, “medidas” por producción de trabajos vía online, proyectos, trabajos en grupos etc.; y la adquisición de actitudes, “medidas” a tarvés de formularios, encuestas en línea, chats, foros de discusión etc.
En el siguiente esquema podemos observar claramente el proceso de evaluación que se inicia desde las valoraciones previas o diagnósticas en función de las necesidades formativas detectadas de acuerdo al contexto y al perfil profesional.
El plan de evaluación formativa, en el que juega un papel fundamental la interacción entre los agentes comprometidos. Simultáneamente se va produciendo el proceso de evaluación sumativa, mediante las valoraciones parciales, con la intención de compendiar la calificación final. Y, por último, se produce la evaluación del proceso, a partir de las valoraciones que se hayan ocasionado en el desarrollo del curso y la recapitulación sobre todos los elementos que lo conforman, con la intención de optimizar la futura propuesta.
La evaluación formativa está estrechamente relacionada con la interacción que se produce entre los agentes que intervienen en un módulo (Profesores, alumnos, tutor)
Como señala García Carrasco y otros (2002), “La evaluación es una parte imprescindible dentro del proceso enseñanza – aprendizaje, como medida de la consecución de los objetivos de aprendizaje por parte del alumno, y también, como control de calidad de dicho proceso. Sin embargo, los instrumentos de evaluación actuales presentan muchas limitaciones en el contexto lecto – escritor, que pueden ser superadas, en parte, por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Están surgiendo nuevas tecnologías que permiten la construcción de modelos más completos que se aproximan más a los criterios de evaluación. E igual forma, la Web está evolucionando hacia una estructura modular. La Web es un espacio universal de información, pero se trata de convertirlo en un espacio universal de conocimiento”.
Charlan (1999) señala las principales ventajas del uso de evaluación a través de internet como: la frecuencia de la evaluación, inmediato feedback, inmediata corrección de trabajos por parte de los profesores, flexibilidad de acceso (espacio – tiempo), fiabilidad en la medición (estabilidad – precisión) y fundamentalmente la motivación de los estudiantes.
La tecnología va de la mano de la pedagogía. Ambas constituyen un pilar fundamental en el contexto de la educación que hoy necesitan nuestros alumnos para desarrollarse como ser social en ésta y futuras décadas. Si bien la tecnología aplicada como herramienta en el proceso de enseñanza – aprendizaje resulta útil en aspectos mecánicos del proceso, dado su potencial, es necesario que existan criterios pedagógicos explícitos que guíen su aplicabilidad.
http://www.usal.es/~teoriaeducacion/rev_numero_06_2/n6_02_art_rodriguez_conde.htm